Mantener y mejorar el estado de la piel pasa, necesariamente, por comprender su funcionamiento interno. De la misma manera que cada persona es única, cada piel también es diferente, pero todas presentan una estructura y una serie de características comunes que vamos a conocer a continuación.
En constante renovación, la piel es el mayor órgano del cuerpo humano ocupando, aproximadamente, 2m² de superficie. En una persona adulta, la piel puede llegar a alcanzar hasta lo 5kg de peso y su grosor varía entre los 0.5mm en las zonas más finas como los párpados, hasta los 4mm en zonas más duras como los talones, por lo que se convierte, además, en el órgano más pesado.
Aunque no solemos prestarle la atención que se merece, la piel no es una simple envoltura protectora del cuerpo, sino el órgano que actúa como frontera activa que separa el organismo del ambiente y nos protege de todas las agresiones de este manteniendo íntegras sus estructuras. Además, la piel actúa como uno de los sistemas de comunicación con el entorno más completos, enviando constantemente señales sociales por medio del olor, el color, etc.
Entre sus muchas funciones, la piel protege el cuerpo humano de cualquier tipo de ataque externo, evita que entren en nuestro cuerpo bacterias y otros organismos perjudiciales a la vez que retiene los líquidos internos, siempre protegiéndonos de la deshidratación. De la piel también dependen ciertas estructuras llamadas anexos cutáneos como son los pelos, las uñas, las glándulas sebáceas y las glándulas sudoríparas.
La biología diferencia 3 capas fundamentales en la piel:
- Epidermis: es la capa más externa de la piel y la más delgada, carece de riego sanguíneo y, a su vez, podemos dividirla en varios estratos (basal, espinoso, granuloso lúcido y córneo), cada uno con sus diferentes funciones. En su parte más interna, la capa basal, se forman diariamente millones de células que poco a poco van ascendiendo hacia las capas superiores. A medida que se acercan a la superficie pierden su núcleo y se cargan de queratina, formando una rígida capa córnea que protege al cuerpo de las agresiones externas y que está continuamente renovándose. Las células más exteriores se van desprendiendo para dejar su lugar a las recién llegadas, lo que conocemos como descamación o proceso de renovación de la piel, que suele tener lugar cada 3 o 4 semanas. A lo largo de la vida, desprendemos entre 18 y 22kg de células muertas a través de nuestra piel. Además de los queratinocitos, abundan otro tipo de células como los melanocitos (encargados de la pigmentación de la piel), células de Langerhans (encargadas de la protección inmunológica) y células de Mekel (relacionadas con el sentido del tacto).
- Dermis: inmediatamente debajo de la epidermis está la dermis, una capa unas 20 o 30 veces más gruesa que la primera que actúa como almohadilla del cuerpo frente a lesiones mecánicas y proporciona nutrientes mediante el riego sanguíneo a la epidermis y los anexos cutáneos que también se encuentran en esta capa. Se compone principalmente de fibroblastos y una red de proteínas como colágeno y elastina así como de la sustancia fundamental. El colágeno (tan deseado e idealizado en la industria cosmética) es una de las proteínas más fuertes que podemos encontrar en la naturaleza. Las fibras de elastina dotan a la piel de su consistencia y elasticidad características. En cuanto a la sustancia fundamental, es imprescindible mencionar su alto contenido en mucopolisacáridos entre los que destaca el ácido hialurónico. Con el paso de los años, la dermis se deshidrata, pierde flexibilidad debido a la falta de todas las sustancias anteriores (colágeno, elastina, ácido hialurónico, etc) y los surcos de la piel se acentúan formando las tan odiadas arrugas.
- Hipodermis: es la capa más profunda de la piel, también conocida como tejido subcutáneo. Ayuda a conservar la temperatura corporal y su grosor suele variar según la zona del cuerpo y la persona. Es rica en tejido graso, que al tener una textura blanda actúa como protección de los órganos del cuerpo y sirve de almacén de energía y de capa aislante. Esta estructura, que es más gruesa en las mujeres que en los hombres, protege los músculos y los nervios y da forma a nuestro cuerpo.
Una vez conocemos su estructura y sus funciones, las principales afecciones que pueden afectar a la piel o las más comunes son: el envejecimiento, las imperfecciones, la hiperpigmentación o manchas, la deshidratación o la sensibilidad, así como algunas patologías como pueden ser la dermatitis, la psoriasis o la rosácea que poco a poco iremos tratando en profundidad.
Para finalizar, es imprescindible recordar que mantener y mejorar el aspecto saludable y joven de la piel es un trabajo diario que requiere un hábito. Para ello, es fundamental seguir un tratamiento adecuado para su cuidado a cualquier edad y sea cual sea tu tipo de piel.
¡Os esperamos la semana que viene con un post muy especial de Vicente Tormo!
Un saludo,
Equipo Hialucic